martes, 2 de mayo de 2017

Cuando llegaste

Cuando llegaste me pregunté si estaba preparada para recibirte.
Todo este tiempo pensando en cómo serías. Imaginando.
Cuando llegaste no sentí que el mundo se daba vuelta ni que de repente el universo cambiara su marcha: fue algo mucho más suave y sereno. Como si por fin dos partes se juntaran, despacio. Para quedarse unidas para siempre.
Cuando llegaste mi cuerpo se acomodó al tuyo. Mi brazo se volvió cuna, mi cuerpo entero se convirtió en refugio, en mecedora. Aprendí a darte calor con mi calor. A entender qué significaba cada uno de tus sonidos.
Cuando llegaste todo siguió igual pero yo cambié. 
Cambié mucho y para siempre. 
Descubrí los miedos. Descubrí todo lo que no sabía, lo que me faltaba aprender, pero también descubrí ese lazo invencible que nos va a unir pase lo que pase. No importa si algún día estamos lejos: los dos sabemos que ese hilo infinito, invisible, es capaz de atravesar montañas y océanos. 
Y que ahí donde tu corazón esté latiendo, ahí, ahí mismo, voy a estar con vos.
Hoy te enfrentas a un nuevo desafío. El entendimiento. Hoy entiendo que cada uno tiene un viaje y que ese viaje es intransferible. Que la soberbia espiritual es una de las peores luchas que tenemos en nuestro propio camino como seres alados en la Tierra. Que el amor no todo lo puede. Por lo menos, no de la forma que pensamos o deseamos. Hoy dejá que los otros, aún esos tan amados por vos, hagan su propio recorrido. No te creas invencible. No lo sos. Sos sólo la expresión de tu Ser que sigue caminando la vida, acumulando experiencias y perfeccionándose en el maravilloso mundo de dar y recibir amor. Calma tus deseos, apaga el agua, que brote la ternura que el sol alimenta. Solo sos responsable de tu propio caminar. No te detengas por otros en tu evolución. No la juzgues. No te juzgues. Que los tiempos definitivos ya están desarrollándose. Nada más tenés que hacer. Que el amor fluya sin medida. Que cada tiempo, cada despertar, cada paso en el camino esté bendecido. Y que tu respiración se tranquilice para que cada aliento sea el sagrado.